Coalición Canaria en Agüimes denuncia la inmigración: ¿Un problema o una solución? Hablemos claro
Coalición Canaria en Agüimes denuncia la inmigración: ¿Un problema o una solución? Hablemos claro

Agüimes no ha alcanzado los niveles de prosperidad por la mano de obra inmigrante, pero tampoco hubiéramos alcanzado ese crecimiento sin su aportación, incluso llegadas de otras provincias. Esta es la realidad de una Región como Canarias que ha pasado en apenas 60 años de ser un territorio que empujado por la miseria y exportaba a decenas de miles de hombres y mujeres en busca de trabajo, a ser una tierra receptora de decenas de miles de hombres y mujeres que buscan entre nosotros la prosperidad que no encuentran en sus países de origen.
Conviene tener en cuenta esta circunstancia social y económica cuando nos acercamos al complejo tema de la inmigración.
Y que nadie sople las trompetas apocalípticas de que los inmigrantes quitan el trabajo a los autóctonos. Las 57.159 personas inscritas como demandantes de empleo a fecha de 31 de enero (de los que 11.876 son extranjeras) no tienen acceso al mercado de trabajo por distintas circunstancias entre las que no se puede enfatizar como única o principal, como hacen los profesionales de la demagogia, que los inmigrantes les hayan usurpado esa posibilidad. La realidad es que la mano de obra extranjera trabaja en sectores que no resultan atractivos, por cualquier razón, a los autóctonos.
A los Agüimenses parados en el poniente o en el levante no les han robado el puesto de trabajo ni los marroquíes ni los ecuatorianos. Ellos tendrán sus razones para no trabajar bajo el plástico de los invernaderos o sobre la tierra en la que se cultivan los tomates, pero la razón de su desempleo no son los inmigrantes. Entre los Agüimenses hay muchos que no trabajan porque no pueden, pero también los hay y muchos porque no quieren o porque les resulta más cómodo o rentable cobrar el desempleo y, en no pocos casos, compatibilizarlo con las chapuzas, no menor del río de la economía sumergida.

Llegados a este punto, sería deseable que cuando miremos a un trabajador extranjero ocupado en la agricultura, los servicios, la asistencia o en el cuidado ancianos, no deberíamos olvidar nunca, nunca, que lo que ellos experimentan ahora fue lo que nosotros experimentamos hace décadas. Quien tenga dudas que mire a su alrededor y verá sin dificultad cómo en su entorno más cercano hubo algún familiar o conocido que también se vio obligado a abandonar esta tierra para buscar extramuros de su cultura, su geografía o sus emociones, el trabajo con el que mantener a su familia. Conviene no olvidarlo porque, si perdemos el recuerdo de lo que fuimos, cometeremos el error de percibir la perspectiva del presente y del futuro desde la obscena desmemoria de los nuevos ricos.
Pero a la par que hay que valorar la importancia de la mano de obra en nuestra estructura de empleo, también es preciso poner en valor (y muy pocos lo hacen; a veces todo lo contrario desde determinados medios de comunicación y partidos políticos y sindicatos minoritarios) que la avalancha migratoria ha provocado, lamentables incidentes del año 2023/2024, situaciones indeseables de calado insoportable, estos hechos ocurridos en estos momentos en Canarias y que está pasando de furia irracional alentada por el delirio destructor del miedo y el odio. Al contrario. Lo que hay que valorar es cómo, en una Comunidad con déficit históricos estructurales en áreas tan importante para la convivencia como la sanidad o la educación, la llegada en continuas oleadas de miles de inmigrantes, se ha detectado que se haya roto la playa de la paz social, se ha desvelado la capacidad integradora de los Canarios, pero todo tiene un límite. Siempre habrá insoportables, racistas de guardia y estúpidos con balcones a la calle; los ha habido, los hay y los habrá. Pero esa minoría minoritaria está cada vez creciendo y puede oscurecer rechazos cuando alguien proveniente de un país extranjero ha llegado hasta las puertas de nuestros centros de salud y hospitales públicos, nunca se le ha preguntado de qué país venía, sino cuál era su dolencia. Igualmente, a los niños que han llegado a la puerta de cualquier centro escolar de la provincia, la mano que les ha recibido nunca ha sido para impedirles entrar, sino para acompañarlos cálidamente hacia un pupitre en un aula en la que la crueldad de la discriminación nunca ha existido.
Conviene tener en cuenta estas circunstancias, sobre todo cuando algunos medios de comunicación o algunos colectivos antisistema intenta agredir a los emigrantes situándolos en la trinchera de la obscenidad racista.
Administraciones, empresarios, sindicatos y los propios afectados (sí, también ellos asumiendo costes habitacionales razonables) deben aprestarse con urgencia al desarrollo de un plan de actuación que acabe con una situación tan inhumana. Por decencia ética y porque, como cantaba Pablo Milanés, “la vida no vale nada si no es para perecer, porque otros puedan tener lo que uno disfruta y ama”. Yo no pido a la gente que llegue a perecer en esa batalla, pero sí que luche porque la situación cambie y que lo haga por solidaridad y, para aquellos canallas que no sean capaces de ser sensibles al malestar ajeno, al menos que lo hagan por egoísmo. Porque bajo la intencionada invisibilidad de cualquier situación de injusticia compartida se fragua la estructura de una bomba dispuesta a estallar. Y los asentamientos como algunas zonas en municipios de la capital o de la provincia son polvorines de altísimo riesgo para todos. Para todos. También para los que creen que a ellos no les llegará la onda expansiva, por ello pedimos un Plan Municipal del impacto que puede causar a nuestros jóvenes, vecinos agüimenses, ante la llegada de emigrantes a Canarias y que cada vez les vemos más asentados en nuestro Municipio, y se les debe inculcar la disciplina y el respeto e integración, y sobre todo dejar de participar en actos vandálicos creando inseguridad a los ciudadanos y visitantes de la Villa de Agüimes.










